No todas las bacterias son malas. En los últimos años, el foco científico se ha centrado en los efectos de la flora gastrointestinal sobre nuestra salud. Siempre se ha sabido que era importante, pero los resultados de los estudios realizados han desvelado funciones clave para nuestro bienestar, como su relación con la enfermedad de Parkinson.
Un grupo de investigadores del Boston Children's Hospital y del Departamento de Microbiología e Inmunobiología de la Escuela Médica de Harvard, compuesto por Paula I. Watnick, Layla Kamereddine, William P. Robins, Cristin D. Berkey y John J. Mekalanos, han relacionado una buena microbiota (un conjunto equilibrado de bacterias intestinales 'buenas') con una respuesta positiva de ciertas células intestinales, llamadas enteroendocrinas. Al parecer, esta reacción a la microbiota por parte de estas células 'afina' el metabolismo, ajustándolo a nuestra dieta y a las condiciones intestinales.
"Podríamos predecir si una persona está delgada u obesa basándonos solamente en su tipo de microbiota"
Lo curioso es el método que siguen estas células enteroendocrinas para reconocer y responder a la presencia de una buena microbiota. Actúan de la misma manera que las células intestinales normales reconocen y actúan contra patógenos, solo que en vez de disparar una respuesta inmune para acabar con la amenaza, activan una adaptación del sistema endocrino. La doctora Paula Watnick, comentaba en la publicación del artículo que "algunas respuestas del sistema inmune innato (el que está ahí desde el primer momento y no está 'especializado') no tienen como objetivo inmunizar. Entre sus otras funciones está 'escuchar' a las bacterias buenas para responder cambiando el metabolismo". Dicho de otra forma, las células del intestino saben si tenemos microbios buenos, capaces de descomponer los nutrientes, con lo que mandan una señal para que el metabolismo se prepare para utilizar esa energía y nutrientes 'extra'.
Para su estudio, la doctora Watnick utilizó moscas de la fruta. ¿Por qué eligió este animal tan distinto a nosotros? "Porque las moscas de la fruta son fáciles de manipular genéticamente y sus células y microbiota son idénticas a las de los humanos". Lo que descubrieron es que las moscas que carecían de flora gastrointestinal no generaban ácidos grasos de cadena corta (acetato) en su intestino, algo que es necesario para su metabolismo. Al no poder descomponer dichos ácidos, las gotas de grasa se almacenaban en sus células intestinales. "Cuando hay un problema procesando la glucosa o los lípidos, las grasas se quedan atascadas en 'gotas' dentro de células que no están diseñadas para almacenar nada". Vamos que una mala microbiota o la ausencia de ésta, promueve que determinadas sustancias no se puedan descomponer y se acumulen en sitios que no deben.
Microbiota y metabolismo en humanos
El estudio de la doctora Watnick y su equipo no ha sido el único que ha ahondado en la relación entre la composición de la microbiota intestinal y cambios en el metabolismo de los huéspedes. En un estudio, los investigadores Valentina Tremaroli y Frederik Bäckhed, del Hospital de la Universidad de Sahlgrenska en Suecia, explicaban que "la relación entre la microbiota y el desarrollo de obesidad, enfermedad cardíaca y síndromes metabólicos como la diabetes tipo 2 es cada día más clara". A causa de la 'luz' que se está vertiendo sobre los efectos de la flora gastrointestinal en el metabolismo, los investigadores descubrieron que una buena microbiota "aumenta la energía absorbida de alimentos". Lo que significa que aprovecharemos más los recursos de los alimentos.
En un artículo publicado por la revista 'Nature', se confirmaba que "numerosos estudios en humanos y roedores han reafirmado el papel esencial que tiene la microbiota en el metabolismo del huésped. Los resultados concuerdan en que la flora intestinal contribuye a la gestión energética homeostática (proceso por el cual el cuerpo regula sus funciones metabólicas para adaptarse a cambios externos) y el metabolismo de la glucosa".
Cómo afecta la microbiota a nuestro peso
El estudio antes mencionado explica cómo las bacterias 'buenas' del intestino de las moscas de la fruta interactúan con las células y también las reacciones químicas que ocurren en su interior (metabolismo), pero sus efectos a gran escala sobre la población seguían sin determinarse. Eso ha cambiado gracias a un estudio elaborado por la investigadora Julia K. Goodrich y sus equipos de las universidades de Cornell, Colorado y el King's College de Londres. En este trabajo, se explica que los individuos que tenían mayores cantidades de un tipo concreto de bacteria en su tracto digestivo tienen un índice de masa corporal mucho menor que los que tienen niveles más bajos de dichos microorganismos. La bacteria en cuestión es la recientemente descubierta Christensenellaceae. Para llegar a esta conclusión, analizaron las muestras fecales de más de 500 parejas de gemelos británicas. Después, reprodujeron el experimento en ratones utilizando las bacterias procedentes de la microbiota de los humanos y dándoles de comer. Los resultados fueron sorprendentes: "Los ratones a los que se les inoculaba 'Christensenella minuta' reducían la ganancia de peso". Por último, como dice en su estudio la autora del trabajo, Julia K. Goodrich: "Nuestros hallazgos indican que la flora gastrointestinal de un huésped puede influir en su metabolismo".
Estos descubrimientos abren nuevas puertas a la investigación. El Doctor Rob Knight, cofundador de 'American Gut Project' explica que "podríamos predecir si una persona está delgada u obesa basándonos solamente en su tipo de flora gastrointestinal".
Avances, pero con pies de plomo
La doctora Watnick no quiere extrapolar su descubrimiento a los mamíferos, pero avisa de que "las bacterias buenas fermentan los nutrientes de nuestra dieta y liberan ácidos grasos de cadena corta, lo que nos ayuda a optimizar el uso y almacenaje de nutrientes. Esto es exactamente lo opuesto que hacen los patógenos (bacterias malas), que consumen los ácidos grasos de cadena corta, lo que impide tener un metabolismo sano".
"Lo importante es ver la repercusión de estos estudios en nuestra calidad de vida y nuestra longevidad"
Además, los investigadores especulan sobre los cambios que podríamos llevar a cabo en nuestra alimentación para potenciar una óptima relación microbiota-metabolismo: "Comer más carbohidratos fermentados podría aumentar los niveles de acetato y promover un buen metabolismo. Esas comidas pueden ayudar a contrarrestar desequilibrios en nuestra flora intestinal, como los que se producen tras tomar antibióticos".
Por muy parecidos que sean los sistemas, flora y células intestinales de las moscas o ratones con los de los humanos, los resultados de uno no son aplicables al otro. Pero sí son una buena vía para ver correlaciones. El doctor Luis Bujanda Fernández de Piérola explica en declaraciones a Alimente que "estamos en una fase del proceso de investigación en el que hay que dejar consolidar los trabajos". Porque a fin de cuentas, como él mismo comenta: "Lo importante es ver la repercusión de estos estudios en nuestra calidad de vida y longevidad".