NEUROGÉNESIS

Estamos diseñados para ser personas inteligentes durante toda nuestra vida, Se supone que nuestro cerebro debe funcionar bien hasta el último de nuestros días en la Tierra; sin embargo, la mayoría de la gente asume erróneamente que la edad trae consigo el deterioro cognitivo y cree que es parte inevitable del envejecimiento, como perder la audición o llenarse de arrugas. Se trata de una falacia perniciosa, por que la realidad es que llevamos una vida que no encaja con lo que se supone que debemos hacer genéticamente.

Las enfermedades que vemos hoy en día son consecuencia en gran medida de un estilo de vida discordante con nuestra predisposición genética. Sin embargo, podemos cambiarlo y recuperar la programación original de nuestro ADN, e incluso podemos programar parte del ADN para que funcione más a nuestro favor. Es mera ciencia, nada de ficción.

Las investigaciones médicas más innovadoras nos han enseñado que tenemos el poder de cambiar nuestro destino genético.

Dr. David Perlmutter

LA NEUROGÉNESIS

Somos capaces de producir nuevas neuronas a lo largo de toda la vida. Asimismo, podemos fortificar los circuitos cerebrales existentes y crear conexiones neuronales completamente nuevas y elavoradas.

El Dr. David Perlmutter ha podido participar en este descubrimiento que ha dado un giro radical a generaciones de sabiduría neurocientífica convencional, aunque mucha gente sigue sin creerlo. Desde la época del padre de la neurología (principios del siglo XX) el Dr. Ramón y Cajal, ganador del Premio Nobel de Medicina en 1906 por sus investigaciones pioneras sobre la estructura microscópica del cerebro, hasta nuestros días, las investigaciones sobre la neurogénesis ha progresado en grado superlativo.

Un grupo de investigadores del MIT ya había demostrado antes que la neurogénesis (es decir, la producción de nuevas neuronas) se daba en las ratas a lo largo de toda su vida. Por otra parte, un principio del cuerpo humano es la regeneración, pues el organismo depende de la renovación para sobrevivir. Por ejemplo, ciertas células de la sangre se sustituye cada cierto número de horas, las células gustativas se reemplazan cada diez días, las células epidérmicas cambian cada mes y las de los músculos tardan unos quince años en renovarse por completo.

Ramón y Cajal no podía saber lo maleable y plástico que es el cerebro con la tecnología co la que contaba. Por aquel entonces, el ADN aún no había sido decodificado y no se conocía bien el impacto que podía tener los genes en la funcionalidad. En su libro de 1928 Estudios sobre la degeneración y regeneración del sistema nervioso, afirmaba: "En los centros adultos, los caminos nerviosos son rígidos, finitos e inmutables". Todo puede morir, nada puede regenerarse". Si pudiera cambiar dicha afirmación con el conocimiento que tenemos en la actualidad, quitaría las palabras "rígido", "finitos" e "inmutables", y las cambiaría por sus opuestos: "maleables", "abiertos" y "alterables". También diria que las neuronas pueden morir, pero sin duda casi siempre se pueden regenerar.

El Dr. Alberto Villoldo y David Perlmutter, han relatado cómo la ciencia ha logrado entender el don de la neurogénesis humana. En 1998, la revista Nature Medicine publicó un artículo del neurólogo sueco Peter Eriksson en el que afirma que dentro del cerebro hay una población de células troncales que se repone de forma continua y que puede diferenciarse en neuronas. Eriksson tenía razón: todos experimentamos la "terapia de las células troncales" cada minuto de nuestra vida, lo que ha derivado en el desarrollo de una nueva rama de la ciencia llamada "neuroplasticidad".

La revelación de que la neurogénesis ocurre a lo largo de la vida de los humanos ha dado a los neurocientíficos de todo el mundo un nuevo y emocionante punto de vista, con implicaciones en casi todo el rango de trastornos cerebrales. También ha infundido esperanzas entre quienes buscan pistas para detener, revertir o hasta curar las enfermedades neurodegenerativas.

La idea de la regeneración neuronal ha suscitado un nuevo nivel de interés entre los científicos que la estudian y ha sentado las bases para el desarrollo de tratamientos novedosos que transforman la vida de quienes han padecido lesiones o enfermedades neuronales graves.

Basta con echar un vistazo al libro de Norman Doidge "El cerebro se cambia a sí mismo", para encontrar relatos de la vida real que demuestran cuán maleable es nuestro cerebro (así como nuestro potencial humano).

¿Cómo podemos producir nuevas neuronas?

¿Qué influye en la neurogénesis)

¿Qué podemos hacer para impulsar este proceso natural?

El proceso, como es de esperar, es controlado por el ADN. En particular, hay un gen localizado en el cromosoma 11 que codifica la producción de una proteína llamada "factor neurotrófico derivado del cerebro" (o BDNF, por sus siglas en inglés). El BDNF desempeña un papel clave en la creación de neuronas nuevas, pero, además de su rol en la neurogénesis, también protege las neuronas existentes y garantiza su supervivencia al tiempo que fomenta la formación de sinapsis (la conexión entre neuronas), proceso vital para el pensamiento, el aprendizaje y los niveles elevados de función cerebral. Algunos estudios han demostrado que los pacientes con Alzheimer tienen niveles bajos de BDNF, lo cual, basado en el funcionamiento de dicha proteína, no debería sorprendernos.

Lo que sí es extraordinario es la asociación de BDNF con una serie de desarreglos neurológicos, entre ellos epilepsia, anorexia nerviosa, depresión, esquizofrenia y trastorno obsesivo-compulsivo.

El gen que activa la producción de BDNF se pone en marcha con ciertos hábitos personales, como:

  • Hacer ejercicio
  • Restringir las calorías
  • Llevar una dieta cetogénica
  • Agregar ciertos nutrientes como: 
    • La cúrcuma
    • El ácido graso omega-3 (DHA) "Ácido docosahexaenoico".